jueves, 24 de julio de 2008

OBISPAS

Por Lucila Castro. (*)
Cuando las mujeres ganan una nueva posición, suele empezar otra batalla, que a veces es más dura que la que les permitió conquistar ese lugar: la lucha por el nombre. Si una cosa no tiene nombre, no existe, y la negación del derecho al nombre es el último recurso de los que se resisten al cambio. Lamentablemente, a menudo son las mujeres mismas las que no comprenden la importancia de ese derecho, y no solo no lo defienden, sino que incluso lo rechazan.

Se ha conocido en estos días la noticia de que la Iglesia de Inglaterra aprobó la ordenación de mujeres en la jerarquía episcopal y, aparte del debate que el hecho mismo ha suscitado, ya aparecieron las dudas sobre cómo habrá que llamarlas. Algunos valientes se han atrevido con el femenino obispas, pero la mayoría de los medios han optado por el menos comprometido mujeres obispos u obispos mujeres, como si obispo fuera un epiceno, y algunos han hablado de las obispos, como si fuera una palabra de género común, de una sola terminación para los dos géneros.

Estas no serán las primeras obispas. Otras iglesias cristianas y la propia Iglesia Anglicana en otros países ya las tienen, y la misma vacilación se observa para designar a las que ya existen. En la Argentina, la primera mujer que alcanzó esa dignidad en la Iglesia Metodista eligió firmar "pastora Nelly Ritchie, obispo". Si atendemos solamente al origen de las palabras, el femenino obispa está mejor formado que pastora, pues los femeninos en -a para los sustantivos en tor y sor son analógicos, no etimológicos. Sin embargo, los femeninos en tora y sora son muy antiguos y la palabra pastora existe desde tiempo inmemorial. Sería ridículo negarle a la metafórica pastora que apacienta una grey (del latín grex, gregis, “rebaño”) humana el nombre que, en sentido propio, se le concede a la que guarda un rebaño de ovejas. Pero si pastora se acepta porque el uso así lo ha querido, obispa debe aceptarse porque cumple todas las reglas de construcción morfológica. Si se usa poco, eso es porque hasta ahora no ha habido muchas oportunidades, dado que todavía hay pocas obispas, pero a las que lo son hay que atreverse a llamarlas como corresponde.

La palabra obispo, que etimológicamente significa “supervisor, inspector”, es de origen griego (epískopos), pero a nosotros nos llega, como es normal, a través del latín (episcopus). Estas palabras pertenecen al tipo de palabras en -o que regularmente forman el femenino en a, por lo que el femenino regular de obispo es obispa. Es un caso igual al de médico, médica o hijo, hija. La única diferencia está en que las médicas llegaron después que las hijas y por eso les costó imponer su nombre. Como las obispas llegaron todavía después que las médicas, seguramente va a haber vacilación por un tiempo. Por eso es importante usar la forma correcta desde el principio, para que el uso no imponga un error.

LA NACION consultó a David George, vicario general de la diócesis anglicana de la Argentina, que personalmente está de acuerdo con la ordenación de mujeres, pero explica que la decisión corresponde a cada provincia eclesiástica y en la provincia del Cono Sur , a la que pertenece la diócesis argentina, las mujeres pueden acceder al diaconado, pero no al presbiterado ni al obispado. Pero lo dice así: "Si pueden ser diáconos, no veo por qué las mujeres no pueden ser presbíteros ni obispos".

La respuesta, sin embargo, es fácil: las mujeres no pueden ser diáconos ni presbíteros ni obispos porque los diáconos, presbíteros y obispos son varones, ya que esas palabras son masculinas. Por supuesto, George se refiere a otra cosa, no a los nombres, sino a las dignidades, pero es curioso que un hombre de iglesia use la forma diácono referida a mujeres, pues en la Iglesia antigua las mujeres podían ejercer el diaconado, y las que lo ejercían en la Antigüedad y en algunas iglesias lo ejercen en el presente se llaman diaconisas.

En cuanto a la palabra presbítero, también es de origen griego (todas estas palabras son de origen griego porque la Iglesia nació en el mundo helenístico) y también nos llega a través del latín (presbyter, presbyteri). En griego, presbýteros es un comparativo que significa “más viejo”, pero como término de respeto puede referirse no solo a la edad, sino también a la dignidad. Los comparativos en -teros hacen el femenino en a, por lo que el femenino regular de presbítero debe ser presbítera.

David George es vicario a cargo de la diócesis en reemplazo temporario del obispo titular, que está de viaje. Si George fuera mujer, y si su iglesia lo permitiera, sería una vicaria.+ (PE/La Nación)

(*) Lucila Castro, profesora en letras y profesora en letras con orientación en lenguas y literaturas clásicas. Maestra de escuela, profesora de enseñanza media y profesora de latín y de griego en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Investigadora del Instituto de Filología y Literaturas Hispánicas, conformó el equipo de lexicógrafos que redactó el Diccionario Kapelusz de la lengua española. Periodista en los diarios La Opinión y La Nación (desde 1977), y en otros medios.
-El artículo de Lucía Castro se publicó en el diario La Nación, de Buenos Aires, en su edición del jueves 24 de julio.
Nota. En Prensa Ecuménica siempre se utilizó el término “obispa”, excepto al publicar textualmente documentos oficiales, donde se respetó la terminología de cada institución. Si bien PE intentó promover la discusión sobre esa particularidad no consiguió aceptación en los círculos correspondientes. También, respetuosos del rol de la mujer, en PE se insiste en colocar “varón y mujer” para evitar el uso de terminologías como “ingenieros/as” u otras similares, que considera como una continuación de la terminología machista.
PreNot 7519 Este artículo es reproducido de Prensa Ecuménica
080724

2 comentarios:

FORO DE GENERO DEL CLAI ARG dijo...

La publicación de mi iglesia "El Estandarte Evangélico" utiliza Presbítero para designar a los pastores ordenados que lo son, sin embargo habla de Pastoras cuando se trata de mujeres en la misma posición.El lenguaje dice mucho...

teresa dijo...

Lucila Castro habla de "batalla", homologando la visibilidad y respeto a los derechos como persona hija de Dios, que libran las mujeres que adquirieron consciencia sobre su posicion social minorizada en la sociedad.

Es realmente una "guerra", que como tal necesita utilizar sus herramientas, tacticas y estrategicas. Entre ellas conocer al enemigo es fundamental y para ello se despliegan los espías, que segun "El arte de la guerra" son 5 y precisamente y segun Sun Tzu, uno/a de ellas/os;los "espias/os liquidables" son los que transmiten falsos datos a los espias enemigos.
Esta actuacion de Lucila Castro, seguramente involuntaria, la muestra como espia del patriarcado.
Toma livianamente la opcion de una mujer (hija de Dios) desconociendo sus personales elecciones.
Quizas Lucila desconozca que la libertad a una opresion determinada, tambien implica novedad y origen de algo diferente.

El lineal razonamiento expuesto solo reproduce las formas requeridas por el establishmen generando alteridades absolutas e identidades absolutas.

Eva Suazar